miércoles, 5 de octubre de 2011

El joven y el paracaidas

Por Brian Santana
Alumno del grado 12
Colegio San Antonio
Isabela, PR

Un joven turista se encontraba en las playas de Cancún y era la primera vez que subiría en un paracaídas jalado por una lancha. Si conoces la playa, sabes que los lancheros prestan ese servicio, que consiste en que un paracaídas es amarrado por una cuerda a una lancha.
Entonces, la lancha inicia su recorrido mar adentro, con el turista sujeto al paracaídas con un arnés. Este corre con el paracaídas en la playa por unos instantes, hasta el momento en que el turista despega los pies del suelo, el paracaídas se eleva hasta el cielo y la persona junto con el.
Imagínate, el joven no sabía nadar y tenía las siguientes preguntas en su cabeza:
¿Qué pasará si la lancha me arrastra mar adentro, antes de que me eleve el paracaídas?
¿Qué tal si una vez en el cielo, me caigo de semejante altura?
A pesar del miedo, decidió actuar y confiar en la incertidumbre. Sabía que era una experiencia nueva y era natural tener miedo. Pero también sabía que la vida es eso, experiencias nuevas y que tenía que estar abierto ante la vida.
Se puso el arnés. Escuchó con nerviosismo las últimas indicaciones del instructor. “Ruuuuuum” se escuchó el sonido del motor de la lancha que iniciaba su recorrido al mar. El joven comenzó a caminar al principio y después a correr a medida que la velocidad aumentaba.
Y llegó el momento en que tuvo que pegar un salto para evitar caer al mar “¡Guuuuuaaaaaauuuuuu!” no lo podía creer, el paracaídas se elevó y en cuestión de segundos, estaba a muchos metros encima, viendo el mar y los hoteles de la ciudad, como si fueran casas de juguete. Y sintió paz.
“Qué emocionante, nunca me hubiera imaginado que sería tan fácil y divertido” y disfrutó de la hermosa vista desde el cielo.

Mi Interpretación:
Muchas veces nosotros no tomamos las oportunidades que nos da la vida por miedo de que nos sucedan las cosas mal y por esto las experiencias que podemos disfrutar las dejamos volar por el viento. Nuestra imaginación crea fantasmas imaginarios que nos hacen temer de situaciones que aún no hemos experimentado pero estos fantasmas son solo eso, fantasmas que no existen y que no hay razón para tenerle miedo. La vida es como un vaso y las experiencias, el agua que la llená. Si no vivimos estas experiencias, será imposible llenar el vaso de la vida. Te invito a que tumbes las paredes imaginarias de la vida para poder así disfrutar de la vida como Dios lo intendió.

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